Hay que
tener cuidado con lo que se desea, porque se puede cumplir con todas sus
consecuencias.
En este mundo se odia a las mujeres, a la mitad de la población,
y nosotras lo notamos. Nos damos cuenta cada vez que en varios países se echan
las manos a la cabeza cada vez que nace una niña porque la consideran una
desgracia y una ruina para la familia. Se ve en la mirada de quienes nos asesinan
o nos violan porque se creen con derecho a poseer nuestras vidas y
arrebatárnoslas cuando les plazca. Lo notamos cada vez que nos ridiculizan o
nos dicen que somos incapaces de hacer diversas cosas porque somos mujeres y
claro, somos torpes, débiles, tontas, y tenemos “hormonas y esas cosas”. Lo
dejan bastante claro cuando nos apartan de la vida pública y nos esconden en el
hogar, invisibilizando nuestros logros y nuestras creaciones, como si no
existiéramos; como si quisieran que desapareciéramos del mapa y dejáramos de
estorbarles.
Imaginemos
que eso ocurriera, que todas las mujeres del mundo nos esfumáramos de la noche
a la mañana y no hubiera ni una sola habitando el planeta. Los padres “deshonrados”
por la furcia de sus hijas que fueron violadas que cometieron adulterio habrán
visto restablecido su honor; más posibilidades de encontrar trabajo porque no
habría mujeres irrumpiendo en su espacio “de toda la vida”; no habría malas
pécoras manipuladoras que hacen que sus pobres maridos se vean obligados a matarlas;
no más nacimientos de niñas… aunque tampoco habría nadie para gestarlas.
Tras este
día, Pepe llega a casa después de un largo día de trabajo. Está agotado y lo
único que desea es sentarse en el sofá y esperar a la hora de cenar… una cena
que no llega nunca. A esta realidad se enfrentarían los Pepes de todo el mundo,
que en todos los años de matrimonio no han hecho ni una tortilla francesa ni
han aprendido a gestionar el sueldo que ganan, porque nunca se han planteado
cuánto dinero se necesita gastar para cubrir las necesidades básicas de la
familia. Mientras nosotras hemos sido el pilar en el ámbito doméstico, hemos
aprendido a sostener sobre nuestras espaldas el peso de otras
responsabilidades: aparte de las tareas domésticas y los cuidados, también
trabajamos fuera del hogar, estudiamos, emprendemos, y al mismo tiempo pensamos
en sacar tiempo para hacer las compras necesarias y la contabilidad de la casa para
llegar a fin de mes. A los Pepes, en cambio, no les han incrustado la idea de
conciliar trabajo remunerado con labores domésticas. ¿Os habéis planteado a
cuántos les costaría sobrevivir solos porque nunca han aprendido a cocinar? Se
menosprecia la labor doméstica, pero como leí por ahí, “para limpiar también
hay que saber”. Y para muestra, probad a meter en la lavadora una prenda roja y
otra blanca, o algo de lana en agua caliente, a ver qué pasa. O intentad
fregar ciertos tipos de suelos con lejía, que os vais a reír.
Aunque
hayamos sido ignoradas, menospreciadas, invisibilizadas, la Historia tal y como
la conocemos no sería ni remotamente la que es sin nosotras. Imaginad la
Historia sin mujeres. No es muy difícil, ¿verdad? No se conocen a muchas que
hayan logrado un hueco relevante. Ahora imaginad la Historia sin mujeres,
literalmente. Se esfuma el 50% de la población de la faz de la Tierra. ¿Qué
habría sido de todos esos genios, escritores, pintores, músicos y hombres
notables que cambiaron la Historia sin mujeres que les hubiera hecho el trabajo
sucio para que ellos pudieran dedicarse el 100% a sus cosas?
Con
esto no estoy diciendo que se nos tenga que respetar porque necesitan criadas
que les mantengan, les deje la casa ordenada y la prole criada; lo que pretendo
es visibilizar el sacrificio que supone mantener en pie un hogar y una familia
para que te lo agradezcan así, diciendo que eres una simple mujer que no vales
para nada, no como ellos que todo lo que hacen parece ser tocado por la
providencia divina. De la misma forma que se menosprecia la labor agrícola y
ganadera, se infravalora la doméstica: interminables jornadas, pésimas
condiciones, escasa retribución (tan escasa, que la labor doméstica en el
ámbito familiar ni siquiera existe), y ambas suponen un pilar básico
para el funcionamiento de la economía y de la sociedad. Si no se cosechan las
frutas y hortalizas, tú no comes; si no preparas la comida, no comes.
Es
cierto que actualmente han ido cambiando cosas y cada vez más hombres realizan
tareas domésticas, pero en la mayoría de los casos seguimos siendo las mujeres
las que nos encargamos exclusivamente de ellas y si desapareciéramos de buenas
a primeras, muchos hombres de todo el mundo quedarían al borde de la inanición
y rodeados de desorden.
*Lenore Lenoir*
Yo flipé muchísimo con mi novio porque sabía cocinar (la repostería es su especialidad), planchaba que te cagas y sabía limpiar.
ResponderEliminarMi padre cuando se separó tuvo que aprender a hacer las cosas él solito (aunque sigue sin saber cómo se limpia bien un baño, pero fue un cambio bestial).
Y ni mi padre ni mi novio han sentido su masculinidad atacada por aprender a hacer tareas domésticas básicas, porque son vitales para la supervivencia de alguien independiente (salvo si tienes pasta y te puedes permitir tener servicio en casa, claro).
El resto... Hay excepciones, pero la mayoría de los casos que me encuentro son tíos que no saben ni cocer pasta. Que si no hay una tía que haga las cosas ellos se pudren.
Japón es un país conocido, entre otras cosas, por su machismo exacerbado y sin embargo en las escuelas enseñan labores domésticas a los alumnos sin distinción de género, porque es eso, algo vital.
Es que es eso, cocinar o lavar la ropa es algo básico para vivir, y no saber ni cocer pasta te convierte en alguien dependiente de otra persona que se encargue de hacerte la comida.
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