miércoles, 30 de marzo de 2016

Un mundo sin mujeres



Hay que tener cuidado con lo que se desea, porque se puede cumplir con todas sus consecuencias. 
En este mundo se odia a las mujeres, a la mitad de la población, y nosotras lo notamos. Nos damos cuenta cada vez que en varios países se echan las manos a la cabeza cada vez que nace una niña porque la consideran una desgracia y una ruina para la familia. Se ve en la mirada de quienes nos asesinan o nos violan porque se creen con derecho a poseer nuestras vidas y arrebatárnoslas cuando les plazca. Lo notamos cada vez que nos ridiculizan o nos dicen que somos incapaces de hacer diversas cosas porque somos mujeres y claro, somos torpes, débiles, tontas, y tenemos “hormonas y esas cosas”. Lo dejan bastante claro cuando nos apartan de la vida pública y nos esconden en el hogar, invisibilizando nuestros logros y nuestras creaciones, como si no existiéramos; como si quisieran que desapareciéramos del mapa y dejáramos de estorbarles.

Imaginemos que eso ocurriera, que todas las mujeres del mundo nos esfumáramos de la noche a la mañana y no hubiera ni una sola habitando el planeta. Los padres “deshonrados” por la furcia de sus hijas que fueron violadas que cometieron adulterio habrán visto restablecido su honor; más posibilidades de encontrar trabajo porque no habría mujeres irrumpiendo en su espacio “de toda la vida”; no habría malas pécoras manipuladoras que hacen que sus pobres maridos se vean obligados a matarlas; no más nacimientos de niñas… aunque tampoco habría nadie para gestarlas.

Tras este día, Pepe llega a casa después de un largo día de trabajo. Está agotado y lo único que desea es sentarse en el sofá y esperar a la hora de cenar… una cena que no llega nunca. A esta realidad se enfrentarían los Pepes de todo el mundo, que en todos los años de matrimonio no han hecho ni una tortilla francesa ni han aprendido a gestionar el sueldo que ganan, porque nunca se han planteado cuánto dinero se necesita gastar para cubrir las necesidades básicas de la familia. Mientras nosotras hemos sido el pilar en el ámbito doméstico, hemos aprendido a sostener sobre nuestras espaldas el peso de otras responsabilidades: aparte de las tareas domésticas y los cuidados, también trabajamos fuera del hogar, estudiamos, emprendemos, y al mismo tiempo pensamos en sacar tiempo para hacer las compras necesarias y la contabilidad de la casa para llegar a fin de mes. A los Pepes, en cambio, no les han incrustado la idea de conciliar trabajo remunerado con labores domésticas. ¿Os habéis planteado a cuántos les costaría sobrevivir solos porque nunca han aprendido a cocinar? Se menosprecia la labor doméstica, pero como leí por ahí, “para limpiar también hay que saber”. Y para muestra, probad a meter en la lavadora una prenda roja y otra blanca, o algo de lana en agua caliente, a ver qué pasa. O intentad fregar ciertos tipos de suelos con lejía, que os vais a reír. 

Aunque hayamos sido ignoradas, menospreciadas, invisibilizadas, la Historia tal y como la conocemos no sería ni remotamente la que es sin nosotras. Imaginad la Historia sin mujeres. No es muy difícil, ¿verdad? No se conocen a muchas que hayan logrado un hueco relevante. Ahora imaginad la Historia sin mujeres, literalmente. Se esfuma el 50% de la población de la faz de la Tierra. ¿Qué habría sido de todos esos genios, escritores, pintores, músicos y hombres notables que cambiaron la Historia sin mujeres que les hubiera hecho el trabajo sucio para que ellos pudieran dedicarse el 100% a sus cosas? 

Con esto no estoy diciendo que se nos tenga que respetar porque necesitan criadas que les mantengan, les deje la casa ordenada y la prole criada; lo que pretendo es visibilizar el sacrificio que supone mantener en pie un hogar y una familia para que te lo agradezcan así, diciendo que eres una simple mujer que no vales para nada, no como ellos que todo lo que hacen parece ser tocado por la providencia divina. De la misma forma que se menosprecia la labor agrícola y ganadera, se infravalora la doméstica: interminables jornadas, pésimas condiciones, escasa retribución (tan escasa, que la labor doméstica en el ámbito familiar ni siquiera existe), y ambas suponen un pilar básico para el funcionamiento de la economía y de la sociedad. Si no se cosechan las frutas y hortalizas, tú no comes; si no preparas la comida, no comes.

Es cierto que actualmente han ido cambiando cosas y cada vez más hombres realizan tareas domésticas, pero en la mayoría de los casos seguimos siendo las mujeres las que nos encargamos exclusivamente de ellas y si desapareciéramos de buenas a primeras, muchos hombres de todo el mundo quedarían al borde de la inanición y rodeados de desorden.


*Lenore Lenoir*

2 comentarios:

  1. Yo flipé muchísimo con mi novio porque sabía cocinar (la repostería es su especialidad), planchaba que te cagas y sabía limpiar.

    Mi padre cuando se separó tuvo que aprender a hacer las cosas él solito (aunque sigue sin saber cómo se limpia bien un baño, pero fue un cambio bestial).

    Y ni mi padre ni mi novio han sentido su masculinidad atacada por aprender a hacer tareas domésticas básicas, porque son vitales para la supervivencia de alguien independiente (salvo si tienes pasta y te puedes permitir tener servicio en casa, claro).

    El resto... Hay excepciones, pero la mayoría de los casos que me encuentro son tíos que no saben ni cocer pasta. Que si no hay una tía que haga las cosas ellos se pudren.

    Japón es un país conocido, entre otras cosas, por su machismo exacerbado y sin embargo en las escuelas enseñan labores domésticas a los alumnos sin distinción de género, porque es eso, algo vital.

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    1. Es que es eso, cocinar o lavar la ropa es algo básico para vivir, y no saber ni cocer pasta te convierte en alguien dependiente de otra persona que se encargue de hacerte la comida.

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