martes, 30 de julio de 2013

Retratos del más allá

En esta publicación voy a dejar un poco apartadas mis críticas ácidas y me centraré en algo que atrajo mi atención hace un tiempo cual polilla es llamada a la luz. Mi descubrimiento fue puramente casual y ni recuerdo de cómo llegué ahí, el caso es que lo encontré.

Antes de hablar sobre el tema he de advertir que esta entrada contiene imágenes que pueden resultar inquietantes para las mentes sensibles.

El tema en cuestión trata de las fotografías postmortem, es decir, fotografías que se tomaban a personas muertas. Hoy en día nos parece algo aberrante e incluso morboso, pero para comprender esa práctica tenemos que situarnos en el contexto de la época en la que era frecuente realizarlas.

Allá por el año 1839 se inventó el daguerrotipo, el primer procedimiento para tomar fotografías, y por aquel entonces era algo muy costoso y caro (al contrario que actualmente) que muy pocas personas se podían permitir.

Hay constancia de la existencia de estos peculiares retratos desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los años 30 del siglo XX, aproximadamente. Durante este tramo temporal la fotografía postmortem pasó por varias etapas:

En un principio se inmortalizaba a los muertos realizando tareas cotidianas, bien solos o bien junto a un familiar, dando apariencia de estar vivos. Se les abría los ojos, se les ponía de pie con la ayuda de un aparato que los sostenía en esa posición o se les colocaba en una posición más "natural". En la foto que muestro a continuación está muerta la mujer del centro. Aunque aparentemente esté viva, tiene la mirada perdida, mientras que los demás fijan la vista directamente a la cámara.


Más adelante se retrataba a los fallecidos como si durmieran, pero manteniendo el aspecto de vitalidad.

Finalmente, las fotografías se tornaron más explícitas y ya no pretendían disimular la muerte. Esta práctica fue más frecuente en los últimos años en los que se realizaron las mismas, es decir, en los albores del siglo XX. Los difuntos estaban metidos en el ataúd o bien rodeados de flores ornamentales e incluso acompañados de sus familiares.


Como escribí al comienzo de la publicación, una fotografía en aquellos tiempos era muy cara y al ser un lujo al alcance de muy pocos, casi nadie podía conservar algún recuerdo del fallecido mientras vivía. Por otra parte, la gran mayoría de los difuntos eran niños pequeños o incluso bebés (la tasa de mortalidad infantil era muy elevada), lo cual dificultaba aún más la posesión de una fotografíaen vida de los pequeños, y por lo tanto ésta era la última oportunidad de captar una imagen sólida que perdurara en la memoria de los vivos.

En ocasiones se retocaban las imágenes para simular señales de vida, por ejemplo, las mejillas rosadas:






Si la persona fallecida era un niño pequeño, le solían retratar con lazos negros o una flor caída hacia abajo como símbolo de una muerte temprana.



Tal vez me he extendido un poco, pero espero haber concienciado a alguien de que no se trataba de una costumbre que buscara la provocación y el morbo, sólo era una práctica de los seres queridos que querían conservar algún vestigio, el último recuerdo que podrían poseer antes de enterrarles para siempre.


*Lenore Lenoir*

jueves, 25 de julio de 2013

En el culo de España... Andalucía.

Por fin, y después de un tiempo sin escribir, ya iba siendo hora de actualizar el blog con el incómodo veneno que escupo de mi mente hasta aquí.
En esta ocasión ha tocado esparcir mi ponzoña a aquellos seres que habitan regiones por encima de Despeñaperros y se creen muy inteligentes y superiores a la gente del sur. Tan listos se creen que curiosamente generalizan sobre los andaluces porque, claro, conocen a los más de 8.000.000 de personas que ocupan la zona.
Andalucía es un mundo aparte. No es como el resto de España, como la España culta y trabajadora. En el sur no trabajamos, no estudiamos. Si eres hombre tus aspiraciones son: bien ser un albañil que dedica su jornada laboral única y exclusivamente a lanzar los típicos piropos a todo sujeto con tetas que se cruce, o bien ser torero; si eres mujer, serás ama de casa con "musho arte".
En Andalucía no hay médicos, ni científicos, ni filólogos, ni profesores, ni abogados, todos ellos vienen importados de las regiones intelectuales a los que enseñan a hablar con acento andaluz para que den el pego.
No os dejéis engañar. Lorca, Velázquez, Machado y Bécquer en realidad no eran andaluces. No podían serlo, eran artistas y eran cultos y eso en el sur es imposible, lo dicen los cerebritos del norte y claro, si las mentes pensantes lo dicen, no pueden estar errados (¡qué osadía pensar tal cosa!).
Si escucháis a un "Einstein" del lenguaje y la buena expresión lingüística decir cosas como: "se la dije" (en lugar de "se lo dije") o "bacalado" (en lugar de "bacalao") no se lo tengáis en cuenta, porque todo el mundo sabe que no hay mayor terrorismo contra la lengua que un andaluz hablando o escribiendo.
De hecho ahora mismo se me debería estar cayendo la cara de vergüenza por el hecho de publicar algo escrito por mí, porque si un filólogo leyera esto, la incultura andaluza innata que desprenden estas palabras provocaría su suicidio. O quién sabe, igual el elevadísimo nivel intelectual del norte impide que mi forma de expresarme sea entendida más arriba de Despeñaperros.

*Lilith*