sábado, 21 de diciembre de 2013

No quiero tener hijos (y me obligan)

Soy mujer, y llámame loca pero no quiero tener hijos.

Ahora se abalanzará sobre mí una horda de gente con rostros de notable preocupación. Seguramente estarán pensando: "Pobre ingenua, es muy joven, ya se despertará su reloj biológico"; "Si tener un bebé es lo más maravilloso que le puede pasar a una mujer, sustituir su vida plagada de sueños y ambiciones por los de un bebé que berrea las 24 horas. No sabe lo que dice".
Para todos aquellos que penséis así, no os preocupéis, porque aunque no quiera tener niños, me obligan.

Y es que si ya de por sí la educación sexual en España deja bastante que desear, la decisión sobre nuestro cuerpo (el de las mujeres) ha quedado relegado a merced del patriarcado.

La nueva reforma de la Ley del aborto ha supuesto un paso más (o un paso menos, según se mire) a devolver a la mujer a "su lugar", es decir, al cuidado del hogar con un rebaño de niños gritando mientras el marido (porque claro, no se puede concebir un matrimonio entre personas del mismo sexo) se pasa el día entero fuera de casa trabajando, como en la época franquista que tanto parecen añorar estos señores caducados... Con la diferencia de que ahora el marido está todo el día fuera en la cola del INEM.

 Y me remito al principio: no quiero tener hijos.

Si ya de por sí no quería tenerlos, ahora mucho menos.
 En primer lugar, me tratan de imponer que tenga hijos sí o sí, aunque después los maltrate o los odie por hacerme recordar que me obligaron a parirlos cada vez que miro sus caras. Pero bueno, si les pasa algo una vez nacidos ya no pintan nada los "pro-vida" en su defensa.

En segundo lugar, no sólo no puedo decidir cuándo parir y cuándo no, sino que tampoco puedo educar a los niños como considere conveniente. No puedo inculcarles una forma de vida librepensadora y curiosa si el Estado se encarga también de seleccionar qué quiere que sepan, qué pensamiento y qué creencias deben tener (maravillosa la LOMCE).

Tercero, no estoy dispuesta a condenar a unos niños a un futuro incierto, a exponerlos como carne de cañón a una sociedad abiertamente machista y retrógrada.

Cuarto, que no me da la gana.

Y es que, a pesar de que me enerven los críos y que no sepa tratarlos, que a pesar de no tener instinto maternal y ser defensora del derecho al aborto libre, los quiero lo suficiente para no desearles un mundo así.

Pero no hay que preocuparse, porque con la alta cualificación que van a recibir las generaciones venideras en la asignatura de Religión (católica, por supuesto, como debe ser), puede que no tengan ni idea de qué es un preservativo, pero se conocerán a la perfección todos los santos a los que rezarle para no quedarse embarazadas.


*Lenore Lenoir*

lunes, 16 de diciembre de 2013

Burka social

¿Cuántas veces nos habremos quejado de lo tremendamente machista que es el Islam? ¿Cuántas veces habremos sentido indignación por el uso del burka (que no hijab, ojo) que en determinados países islámicos imponen a las mujeres?
Si la respuesta para ambas preguntas es "muchas" o "bastantes", ¿qué me dirías si yo te dijera que en los países occidentales y "democráticos" también se impone el burka?
Seguramente sería tildada de loca y me rebatiríais con cualquier clase de argumentos. "Aquí podemos vestir como queramos", "No pasa nada por enseñar el cuerpo" y un sinfín más de cosas que se os ocurran.
En parte es cierto: aquí no nos apedrean si no llevamos determinada prenda y podemos vestir "como queramos" entre comillas, porque indirectamente pretenden imponernos un estilo de vestir concreto establecido por las denominadas modas, aunque de una manera más sutil e imperceptible a simple vista.
Pero la triste realidad es que en las sociedades occidentales también existe el burka, sólo que aquí no es un burka material, tangible, es un burka social. La propia sociedad es la que analiza tu forma de vestir y la que juzga según tu aspecto.
Si llevas "demasiado escote" o una falda "demasiado corta" te lapidarán no con piedras, sino con insultos. Te llamarán "puta", "fresca" o "zorra", o bien te dirán que deberías ir más tapada, pues de lo contrario vas provocando y cualquier hombre tendrá pase libre para hacer lo que quiera contigo.
¿Te suena esto? A las mujeres musulmanas que les imponen el burka lo hacen con el pretexto de que no provoquen al hombre; en el mundo occidental no está bien visto llevar según qué prendas para no ir provocando. ¿Casualidad? No lo creo. Vivamos donde vivamos, las mujeres somos vistas como unos seres que inducimos al pecado y nuestro cuerpo es pura lujuria (en unos lugares en mayor medida que en otros).
Incluso la sociedad más igualitaria que pueda existir actualmente no se libra del sexismo y de los micromachismos y a las pruebas que a continuación voy a exponer me remito.
Hace pocos días vi unos carteles a modo de protesta por la censura del pecho femenino en las redes sociales. En estos aparecían varias mujeres desnudas, pero en lugar de mostrar sus propias tetas, enseñaban pectorales de hombre.
La protesta consistía en que si publicabas una imagen de una mujer sin camiseta te la eliminaban de inmediato de la página, mientras que no ocurre lo mismo con una fotografía de un hombre sin camiseta.
Viendo esto, decidí hacer la prueba por mí misma y publiqué esta imagen en una red social concreta.


Me la eliminaron en varias ocasiones hasta que publiqué la misma fotografía pero retocada, de tal modo que utilicé unos pectorales masculinos de una imagen aleatoria.






Para mi sorpresa (o no tanta, sabiendo cómo funciona esta sociedad), con este retoque sí me permitieron conservar la imagen.

Juzgad vosotros mismos.

*Lilith*

jueves, 12 de diciembre de 2013

What's app?

Si fuera hombre habría dos cosas que me tocarían la polla. La primera es la poca capacidad de escuchar (por no decir que brilla por su ausencia); la segunda es su nueva variante nacida como consecuencia del avance de las nuevas tecnologías.
Pues bien, esta variante de interrupción de una conversación y que no se haga caso al otro interlocutor ha adoptado un nombre moderno, fresco y joven, una manera molona para representar lo que se resume en "me importa una mierda lo que me estás diciendo". Este nombre pegadizo es, nada más y nada menos que el famosísimo Whatsapp.
Es un nombre con gancho, pero no os dejéis engañar: es otra excusa más para evadir sus mentes de vuestra conversación.
El problema es que se ha convertido en algo viral y rara es aquella persona que no lleva su móvil en la mano o mirando la pantalla, incluso estando sus amigos (los cuales también estarán con toda probabilidad de la misma manera).
Todo esto se agrava más todavía si sales con un grupo de personas (o con una sola, es lo mismo) y eres el único que no presta atención al móvil. Si es así, mentalízate antes de salir de casa que hagas lo que hagaso digas lo que digas en la vida real (o mundo en 3-D) nunca será tan importante como lo que le puedan contar a tus amigos en el mundo virtual, a no ser que les quites y escondas los móviles, entonces echarán espumarajos por sus bocas y te recriminarán que es de mala educación hacer sentir ignorado al interlocutor cuando habla (chatea). Así que tendrás que devolvérselos antes de que te devoren los intestinos y claven tu cabeza en una pica, para que puedan seguir manteniendo esas conversaciones tan interesantes y urgentes en las que no eres parte.
Sin duda el Whatsapp aporta muchas cosas positivas, pero hay que saber estar en cada situación y no es lo más ideal entablar relaciones sociales virtuales justo cuando estás haciendo vida social en el mundo real con personas tangibles de carne y hueso, porque los conversadores tras la pantalla sabrán entender una falta de respuesta instantánea, no así la gente que tengas al lado.

*Lilith*