lunes, 11 de abril de 2016

Tender puentes con el colectivo trans

El cuatrimestre pasado tuve que hacer un trabajo sobre transexualidad para una asignatura de la carrera, y aunque el resultado no fue el esperado, no fue un esfuerzo en vano. Yo partí de la base de una completa ignorancia sobre el tema, pues lo único que sabía era que existían personas trans porque tuve el placer de escuchar una charla de Mar Cambrollé y porque interactúo con ellas en Twitter; a partir ahí, no conocía mucho más.

Como persona cis, me resultaba difícil (y aún he de trabajar en ello) ponerme en el lugar de las personas trans y no podía hacerme ni una idea remota de cómo se sentían, especialmente las no binarias. No hablo ya de opresiones, pues en algunos aspectos me lo puedo figurar, hablo de su fuero interno, de cómo vive el cambio de género alguien de género fluido, por ejemplo, o cómo se siente una persona agénero.

Hacer este ensayo ha supuesto investigar en profundidad sobre el tema desde varias vertientes: jurídica, histórica, emocional, discriminatoria, reivindicatoria... (Para quien le interese, la obra de Norma Mejía habla de todo ello y os la recomiendo). También he contado con las declaraciones de algunas personas que se prestaron a hablarme de sus experiencias y a resolverme dudas, y gracias a ellas he aprendido mucho a entenderlas. Precisamente para comprender un colectivo hay que hablar con él y conocer sus posturas, pues resulta muy enriquecedor dialogar con quienes lo viven a diario en primera persona y saben mejor que nadie qué les pasa y sin duda tu percepción de las cosas no vuelve a ser la misma.

Este trabajo ha supuesto una luz en mi camino, y al mismo tiempo una deconstrucción de mis prejuicios (deconstrucción que trato de trabajar día a día). A su vez, me ha abierto los ojos en la complejidad que hay detrás del colectivo transexual y transgénero, promovida en parte por el propio desconocimiento ocasionado por la invisibilización de dicho colectivo; por eso es importante saber cuándo callar, escuchar, investigar y aprender, que no pasa nada por no ser siempre el centro de atención y darle el megáfono a otras personas (de verdad, os lo juro, no pasa nada).

Como mujer cis a la que nunca han cuestionado su género soy una privilegiada, y nunca me he planteado lo duro que es que te den el trato de un género que no eres, pero muchas veces se puede aportar un granito de arena sólo con respetar y escuchar aunque no entiendas mucho del tema. Aunque no comprendas que puedan existir mujeres con pene, hombres con vagina y personas que no son mujeres ni hombres, haces más de lo que crees sólo con referirte a ellas con el pronombre que te han dicho, pues el hecho de que respetes su identidad ya es algo que muchas desearían y a ti no te cuesta nada decir "ella" en vez de "él".

Una frase muy recurrente entre las feministas es: "Los hombres deben hacer feministas los espacios que ya tienen". En mi caso, me comprometo a seguir formándome, a escuchar lo que las personas trans tienen que decir, para así convertir el espacio que tengo en un entorno libre de transfobia.


*Lenore Lenoir*

lunes, 4 de abril de 2016

No somos complementos #2

Estoy harta de que se nos compare con cosas o instrumentos, a veces de gran complejidad, y otras, con un mecanismo sencillo de apertura. 

Me tocan el coño los "chistecitos" sobre manuales de instrucciones larguísimos que los pobres hombres deben estudiarse para "entendernos", como el que se lee una guía paso a paso en ruso para construir una nave espacial.







También me enerva que seamos clasificadas como "fáciles" o "difíciles". Mientras las primeras son defectos de fábrica, un producto BIC de usar y tirar de bajo coste o cosas de segunda mano; las segundas son las joyas de la corona, las iPhone en version mujer y ese objeto preciado que todos los hombres tratan desesperadamente de adquirir en cuanto sale a la venta listo para ser estrenado.











Lo triste es que ni siendo complicadas, que es lo que supuestamente se considera válido, dejamos de ser vistas como cosas. Por muy la repera que seamos, no olvidemos que seguimos siendo un bien factible de transacción, y que podemos ser sustituidas por otro objeto en cuanto dejamos de interesar a los adquirentes. Tratan de comprarnos con cenas, regalos, paseos nocturnos (lo que jurídicamente se conoce como pago en especie) y a mayor desembolso, mayor será la calidad de la mujer adquirida, porque se ha precisado más esfuerzo (más cenas, más regalos, etc) para conseguir el premio.

Y ya para rematar, una frasecita bastante viral, que dice lo siguiente: "No hay que entender a las mujeres, con amarlas es suficiente." Total, si somos meros objetos, para qué porras necesitamos ser entendidas o escuchadas, si al fin y al cabo fuimos adquiridas por el puro deseo y capricho y poco más.



Aprovecho, y ya con esto me despido, para plasmar como recordatorio que el primer paso para oprimir a una parte concreta de la sociedad consiste en la DESHUMANIZACIÓN de estas personas, ya que de este modo es más difícil empatizar con ellas y con su miseria. En este caso, y como ya he dicho, por muy bonito que traten de sonar al decir que las mujeres difíciles son las mejores, no deja de ser una simplificación de la mitad de la población a dos tipos: "más accesibles" y "menos accesibles" para la mayoría de los clientes; obviando que somos millones en el mundo, con nuestros problemas personales, nuestros sueños, nuestro ajetreo cotidiano, nuestros sentimientos.


*Lenore Lenoir*