lunes, 4 de abril de 2016

No somos complementos #2

Estoy harta de que se nos compare con cosas o instrumentos, a veces de gran complejidad, y otras, con un mecanismo sencillo de apertura. 

Me tocan el coño los "chistecitos" sobre manuales de instrucciones larguísimos que los pobres hombres deben estudiarse para "entendernos", como el que se lee una guía paso a paso en ruso para construir una nave espacial.







También me enerva que seamos clasificadas como "fáciles" o "difíciles". Mientras las primeras son defectos de fábrica, un producto BIC de usar y tirar de bajo coste o cosas de segunda mano; las segundas son las joyas de la corona, las iPhone en version mujer y ese objeto preciado que todos los hombres tratan desesperadamente de adquirir en cuanto sale a la venta listo para ser estrenado.











Lo triste es que ni siendo complicadas, que es lo que supuestamente se considera válido, dejamos de ser vistas como cosas. Por muy la repera que seamos, no olvidemos que seguimos siendo un bien factible de transacción, y que podemos ser sustituidas por otro objeto en cuanto dejamos de interesar a los adquirentes. Tratan de comprarnos con cenas, regalos, paseos nocturnos (lo que jurídicamente se conoce como pago en especie) y a mayor desembolso, mayor será la calidad de la mujer adquirida, porque se ha precisado más esfuerzo (más cenas, más regalos, etc) para conseguir el premio.

Y ya para rematar, una frasecita bastante viral, que dice lo siguiente: "No hay que entender a las mujeres, con amarlas es suficiente." Total, si somos meros objetos, para qué porras necesitamos ser entendidas o escuchadas, si al fin y al cabo fuimos adquiridas por el puro deseo y capricho y poco más.



Aprovecho, y ya con esto me despido, para plasmar como recordatorio que el primer paso para oprimir a una parte concreta de la sociedad consiste en la DESHUMANIZACIÓN de estas personas, ya que de este modo es más difícil empatizar con ellas y con su miseria. En este caso, y como ya he dicho, por muy bonito que traten de sonar al decir que las mujeres difíciles son las mejores, no deja de ser una simplificación de la mitad de la población a dos tipos: "más accesibles" y "menos accesibles" para la mayoría de los clientes; obviando que somos millones en el mundo, con nuestros problemas personales, nuestros sueños, nuestro ajetreo cotidiano, nuestros sentimientos.


*Lenore Lenoir*


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