Esta
entrada quise escribirla hace tiempo, pero por diversos motivos, no he
tenido tiempo disponible para ello. La escribo con motivo de esas
personas que van por las calles repartiendo panfletos y estampitas
diciendo lo misericordioso, bueno y supermegaguay que es Dios. En verdad
no sé si estas personas son Testigos de Jehová o de cualquier otra
secta.
Todo esto que voy a relatar viene a raíz de mi experiencia personal, pues en unos pocos meses me han llegado a parar esta gente en 3 ocasiones. Las dos primeras veces, en cuanto me di cuenta del contenido de las revistas (una era un folleto, la otra una revista), les dije educadamente que no era creyente, que no me dieran los folletos, y no insistieron más.
Pero a la tercera vez, la mujer no se quedó satisfecha con mi: "no, no soy creyente". Empezó a preguntarme el motivo por el que no era creyente y como yo tenía un poco de tiempo, me pareció incluso divertido desbancar sus argumentos.
La mujer decía cosas en plan: "Pero Dios es bueno, y si crees en él te guiará por el camino de la bondad" y "En el salmo número tal de nosequién dice que llegará un momento en el que el ser humano tenderá a amar el dinero por encima de las demás cosas", o "Dios ayuda a los necesitados".
Y con esto que me dijo, yo quiero decir, por un lado, que por el hecho de creer en Dios no te hace mejor persona que alguien que no sea creyente o sea de otra religión. De hecho, en numerosas ocasiones se ha demostrado que personas que se consideran muy devotas y van a misa todos los domingos y luego son de lo peorcito (no estoy generalizando, hablo de casos concretos que conozco o me han contado). ¿O me vais a decir que los del Tribunal de la Inquisición, o Franco, muy amigo de la Iglesia, eran buenas personas? Un asesino, por muy creyente que sea, no es mejor persona que alguien que no sea creyente y participe en ONGs o ayude a construir escuelas, solo por el hecho de ser creyente.
Por otro lado, me parece una hiprocesía tremenda decir que todos somos hermanos y que debemos ser humildes y honrados, que hay que ayudar al prójimo, al mismo tiempo que se gastan un dineral en cubrir de oro y joyas una imagen de una virgen o que los altos cargos de la Iglesia vivan rodeados de diamantes mientras mucha gente viven la odisea de sobrevivir un día más en penurias.
Por no hablar de los problemas que causa el fanatismo excesivo por defender a "su" Dios, llegando al extremo de declarar guerras de religión. ¿Pero no os dais cuenta de que el dios es el mismo en todas las religiones, pero con nombre distinto? Mucho criticar el paganismo, pero seguro que los paganos no se peleaban como gilipollas por ver quién es mejor.
Cuando pienso en esto, más me alegro de no ser creyente, prefiero creer que cada uno es dios y dueño de sí mismo, con nuestras limitaciones y con capacidades para realizar nuestros pequeños (pero significativos) milagros.
Se me olvidó añadir una última cosa, una duda existencial: ¿Por qué esta gente, en vez de ir predicando lo supermegaguay que es Dios, no "siguen su camino" y se dedican a ayudar a gente que lo necesita en vez de perder el tiempo con esa estupidez de repartir folletos? ¿Acaso creen que por eso ya se "ganan el cielo"? ¿De qué sirve que haya tanto creyente, si de todos ellos, habrá uno o dos como mucho que en verdad haga algo por los demás?
*Lenore Lenoir*
No sé cuando empezó lo de atar cristianismo y nacionalismo. Pero es la peor plaga del siglo XXI
ResponderEliminarTodo se mueve en intereses de cada uno. Generalmente los dictadores nacionalistas se han considerado a sí mismos como muy devotos y cristianos. Saben que la iglesia tiene mucho poder de inluencia y si se alía con ella es más difícil que haya protestas y revueltas ciudadanas. Por su parte, la iglesia obtiene muchos privilegios y más capacidad de repercusión en las decisiones del gobernante.
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