domingo, 12 de abril de 2015

No todos los Lacasitos

Imagina que el mundo fuera una enorme bolsa llena de simpáticos Lacasitos: azules, amarillos, marrones, verdes... De todos los colores. Pero también hay alguno con una fecha de caducidad más corta que otro, y además hay un ser malvado que le ha parecido buena idea inyectar veneno en algunos de ellos (concretamente, el 10% de los Lacasitos que están en la bolsa). Hasta ahí bien.

Ahora supongamos que te tropiezas con uno al azar, y aunque en el fondo sabes que algunos Lacasitos están envenenados, no prestas demasiada atención. Total, el que tienes en la mano parece de lo más normal, con su lustrosa cobertura de color; ¿cómo podría ser dañino? Desafortunadamente, resultó ser venenoso y, si bien no ha llegado a matarte, enfermaste por ello; pero a pesar de todo, las personas que conoces siguen consumiendo Lacasitos y tratan de persuadirte para que olvides lo ocurrido y no le des más importancia, ya que "no todos los Lacasitos son así". ¿Y cómo se puede saber si la próxima vez no se va a repetir lo ocurrido o incluso llega a matarte? ¿No sería mejor que analizaran los que fuesen perjudiciales para la salud y los retiraran inmediatamente del mercado antes de que haya más víctimas?

Para que nos entendamos, cambiemos los Lacasitos por personas. Nunca sabemos con quién nos cruzamos, salvo el aspecto externo y, pese a tener interiorizada la idea de que cualquiera podría esconder alguna parte oscura de su vida, no solemos preocuparnos por ello. Hasta que pasa.

Imagina que un día cualquiera, a plena luz del día, un joven llamado Lester Cebrián (o Miguel Sotelo, o Pedro Mejías, o Rubén Palomares) se detiene ante ti con su flamante Seat Ibiza azul con matrícula de Málaga (o un BMW, o un Volkswagen, o un Fiat) y te pregunta, qué sé yo, por un estanco cercano en un pueblo pequeño, por un kiosco o por un supermercado. Por cautela no te acercas al coche, ya que te han enseñado que a veces usan esa táctica para robar, pero nadie te prepara para lo que estás a punto de vivir. 

Con toda tu buena fe le explicas a ese desconocido aparentemente desorientado dónde encontrar lo que preguntó, hasta que descubres que eso no era exactamente lo que quería, y cuando eres consciente de lo que acaba de ocurrir tus neuronas se bloquean, enmudeces y tu cuerpo no responde. El tiempo se detiene y eres incapaz de reaccionar en ese momento; a fin de cuentas, ¿qué es lo mejor que se puede hacer cuando te das cuenta de que un tipo ha aprovechado tu buena fe para masturbarse delante de ti? Estamos tan acostumbradas a agravios de este calibre que nos hemos inculcado la anulación, a ignorar la importancia de estos hechos más allá de comentarios como "qué asco", a normalizar estas conductas diciéndonos que no vale la pena denunciar ni comunicárselo siquiera a los progenitores del culpable cuando sabes quiénes son (porque, pobrecitos, bastante tienen con lo suyo) y a temer al delincuente. En definitiva, nos enseñan que la vergüenza nos la tenemos que quedar nosotras, en lugar de poner medios para que la vergüenza sea de aquellos que no saben comportarse en sociedad.

Pues no, yo no tengo vergüenza, sino rabia e impotencia. No tengo reparos en decir quién ha sido, lo que ha hecho y divulgarlo, ya que en mi caso ha sido un chico llamado Lester, del mismo municipio en el que vivo, pero mañana puede haber otra víctima de este animal o de cualquier otro que ande suelto.


*Lenore Lenoir*

3 comentarios:

  1. Vaya situación :S Claramente es un enfermo digno de reclusión y tratamiento, porque nadie en su sano juicio lo haría. También es verdad que se está promocionando una especie de "cultura parafílica" que, junto a la de dominación machista que ya existía, están creando enfermos mentales y sociales.

    ResponderEliminar
  2. Por desgracia no es un enfermo (de hecho me he enterado de que este sujeto tiene un hermano con discapacidad psíquica), es alguien que sabía perfectamente lo que hacía y que lo tenía todo premeditado.
    Lo que ocurre es que esa situación se suele atribuir a hombres de mediana o de tercera edad (el típico "viejo verde" que se despelota en un parque delante de cualquier niña o niño o de una chica), y no a un chaval joven que es conocido en todo el municipio e inclusive tiene novia.

    ResponderEliminar
  3. Pues si tanto pánico le tiene a encontrarse con los "lacasitos" (hombres) "envenenados" lo que usted puede hacer es montarse un movimiento tipo MGTOW pero en versión feminista. Por mi parte, aunque he sufrido acoso escolar por parte de neurotípicos no soy de criminalizar a todo un colectivo ni creo que eso me beneficie, por lo que no me planteo estas preguntas.

    Saludos.

    ResponderEliminar