lunes, 24 de marzo de 2014

Demuéstrame que Batman no existe

Recientemente coincidí con un viejo amigo al que hacía bastante tiempo que no veía, pero le noté algo distinto: vestía con una camiseta con el logo de Batman, una mochila de Batman, un colgante de Batman, una muñequera, una gorra... todo de Batman. Le pregunté hacia dónde se dirigía con toda esa indumentaria, a lo que me respondió que iba a la tienda de cómics, ya que había una conferencia en la que se iba a alabar las últimas hazañas del héroe.
A mí me resultó todo un poco extraño, porque tenía la impresión de que me estaba hablando de él como si fuera un personaje real.

     - ¿Cuáles son sus últimas hazañas?- le pregunté.
     - Pues uno de los socios de la tienda de cómics se iba a preparar una tostada y cuando retiró el pan de la tostadora vio la imagen perfecta del rostro de Batman en la tostadora.- respondió.
     - Pero eso no es una hazaña, es una tostada quemada.- inquirí.
     - ¿Pero no es acaso prueba suficiente una señal del Señor Oscuro?
     - Espera, espera. ¿No me digas que crees en serio que Batman existe?

No me podía creer que estaba manteniendo esa conversación basada en el absurdo, sin embargo quería saber qué argumentos aportaba para sostener su postura.

     - Hombre, por supuesto. Yo tengo una fe plena en él y lo que ha hecho por nosotros es suficiente prueba de su existencia. Por favor, no serás tú una triste incrédula, ¿verdad? - espetó, haciendo notar un tono burlón en su última frase.

Yo no podía evitar reírme ante esta situación. Ahora resulta que la triste era yo por negar la existencia de un personaje ficticio que aparece en unos cómics y películas.

     - Querida amiga, el Joker está haciendo de las suyas y te está nublando la mente para que no veas lo evidente y te alejes de la senda del Señor Oscuro, pero todavía estás a tiempo de arrepentirte y unirte al Bien. Ven conmigo a la tienda de cómics y observa por ti misma sus milagros. - continuó diciendo mi amigo, mientras yo seguía sin dar crédito a lo que estaba escuchando.
     - ¿Te das cuenta de lo inverosímil que es todo esto? ¿Cómo puedes creer tan fervientemente en que un personaje de cómic es real? Ni que lo hubieras visto personalmente...
     - Por favor, es el Señor de la Noche, no pretenderás que se exhiba gratuitamente para tu deleite teniendo cosas importantes que hacer, como salvar a la Humanidad.
     - ¿Entonces qué pruebas me aportas para verificar que existe?
     - ¿Pruebas? Eres tú quien tiene que demostrar que no existe.
     - ¿Qué tontería es esa? Tú eres quien afirma que algo es real y eres tú quien tiene que probarlo, no yo, que estoy negando su existencia.
     - Y tú estás afirmando que no existe...
     - Amigo, eso no es una afirmación, es una negación al contener la partícula "no". Por tanto tú debes probar la existencia de Batman.
     - Eso no es así. Tú estás afirmando que no existe. En fin, veo que eres una cabezota, y me da mucha pena el camino que estás eligiendo porque vas a ser muy infeliz. Yo suplicaré a Batman que vele por ti por las noches, y tal vez, sólo tal vez, te guíe por la senda del Bien.

Yo estaba ya desesperada. Nada tenía ningún sentido.

     - Amigo, hace mucho tiempo que no te veo, pero antes no eras así. Nunca te imaginé tratando de imponer tus ideas a nadie, siempre habías sido tolerante. No sé qué te ha pasado.
     - Amiga, yo no te estoy obligando a que creas, tú eres libre, pero yo antes era como tú, iba despreocupado por la vida. Era un crío y un irresponsable, hasta que lo conocí a Él. Ahora me siento tan bien y tan lleno de paz que le prometí a Batman que, en agradecimiento, hablaría de Él para compartir ese bienestar con los demás.
     - ¿Y no te has parado a pensar que tal vez algunos seamos felices tal y como estamos, sin necesidad de seres imaginarios?
     - Eso es una falsa felicidad, nunca podréis conocer la paz interior porque tenéis un vacío en vuestro alma. En serio, acepta a Batman en tu vida y verás como te irá mejor.

Yo ya no sabía qué hacer, la conversación no iba a ningún lado y sólo estaba consiguiendo enfadarme con mi amigo por inmiscuirse en mi vida y mi ideología, así que decidí dar por zanjado el asunto.

     - Mira, yo paso de seguir discutiendo. Esto se nos está yendo de las manos, hemos perdido el norte de la coherencia y tu querido Batman es más importante que todas las cosas. No quiero que llegues tarde a tu cita con él.

Él miró el reloj (de Batman, por supuesto) y puso cara de apuro.

     - ¡Cierto! ¡Llego tarde! Oye, ¿no quieres venir en serio?
     - No, gracias. Además, tengo cosas que hacer y ya voy con prisa también.
     - Bueno... si en algún momento te sientes desorientada, avísame y hablaré con el dueño de la tienda de cómics, que seguro podrá ayudarte.
     - Agradezco tu ofrecimiento, pero si me sintiera mal tendría otras opciones más provechosas para salir de mis problemas que el dueño de una tienda dispuesto a comerme la cabeza sobre Batman. ¡Hasta otra!
     - ¡Hasta pronto, amiga! ¡Que Batman te proteja!

*Lenore Lenoir*

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