domingo, 12 de marzo de 2017

Si no me divierto, no es mi revolución

"Lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que limpiar. Así limpiaba, así así..." Seguro que recuerdas esta frase y en tu mente la has leído entonando su famosa melodía. Aunque no te hayas criado con los payasos de la tele, es muy probable que tu madre te la cantara durante la infancia con toda la naturalidad del mundo.

En una época más reciente, concretamente esta Navidad, el anuncio de la marca de turrones "Suchard" me hizo reflexionar y a recordar los diversos medios en los que exponen a hombres adultos emulando a niños o incitándolos a sacar el niño que llevan dentro. En publicidad, películas, o en la misma vida real vemos a hombres haciendo el gamberro, comportándose de forma inmadura, solicitando cuidados y, en definitiva divirtiéndose. 

Siguiendo con el anuncio de "Suchard" como ejemplo, vemos a padre e hijo con sus caras de emoción corriendo escaleras abajo para ver si Papá Noel se ha comido el turrón que le dejaron la noche anterior, y en ese instante, al mirar su reflejo en una bola del árbol de Navidad, el padre recuerda su infancia y la ilusión que sentía por esas fechas. En un plano más alejado y borroso aparece la figura de la madre atendiendo mientras tanto al niño actual, aparentemente ajena a la explosión de felicidad de su pareja. En el reflejo de la bola sigue siendo la misma, la madre-esposa cuidadora; aunque, a fin de cuentas, es para lo que la han educado desde pequeña, ¿no?

¿Realmente las niñas tienen opción de divertirse?

Es muy posible que a la madre-esposa del anuncio, cuando era niña, le regalaran muñecos, cocinitas y kits de limpieza en miniatura, todo de color rosa pastel y decorado con pegatinas de "Hello Kitty" para que el mensaje "vamos a forjar en ti una perfecta esclava ama de casa" no sea tan evidente y parezca que barrer, limpiar pipí de mentira y freír un huevo de plástico es divertido.

Transcurridos unos años, a esa niña ya no le entusiasmaba tanto pasear a su muñeco bebé en un carrito y prefería llenar su habitación y material escolar con pósters  y pegatinas de sus artistas favoritos. Estaba en plena pubertad y le gustaba ir con sus amigas a conciertos, aunque para ello tuviese que aguantar largas horas en la cola. En una de esas ocasiones presenció a un grupo más o menos numeroso de jóvenes burlándose de sus ídolos y llamando "niñatas" entre risas a todas las que guardaban cola.

Poco después, varias amigas suyas empezaron a leer un libro que las tenía enganchadas y se animó a leerlo también. Fue emocionante saber que la autora iba a firmar ejemplares en su ciudad, aunque no contaba con la gran presencia de chicas de su edad el día del evento. Durante la espera, otro grupo se reía de ellas, sin contar con la cantidad de insultos que a esas alturas estaba acostumbrada a leer por Internet,

Al cabo de un tiempo, su afición fueron los videojuegos, pero el acoso constante, los comentarios mandándola a fregar y cuestionando su capacidad para jugar la acabaron cansando. Empezó a ver anime y a confeccionar sus cosplays, pero nunca eran lo suficientemente buenos y no era una verdadera cosplayer porque se le veía el escote. Luego probó a subir vídeos a Youtube, pero lo hacía para llamar la atención. Posteriormente decidió escribir algún relato, pero era insulso y destinado para crías inmaduras. De vez en cuando salía de fiesta con sus amigas y se hacían fotos, pero eso era de guarras. Nada estaba bien.





Por todo ello, reivindico el derecho de las niñas a divertirse, a que desarrollen su imaginación y sus capacidades libremente y sin prejuicios ni estereotipos impuestos, para que cuando sean adultas puedan concederse unos instantes reviviendo la felicidad de la niña que llevan dentro.


*Lenore Lenoir*

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